miércoles, 29 de mayo de 2013

II - Carmen González Huguet

Ya no te creo, ciudad, el paraíso,

El eterno jardín donde la dicha enciende

Sus fuegos de San Telmo.



Tampoco te concibo como la cuna de las ilusiones,

O el rincón iluminado

Por las luces secretas del deseo.



Caída la venda de los espejismos,

Eres tan sólo ese paisaje sórdido

Donde rufianes y tahúres

Se tasan mutuamente,

Mientras los mismos tiburones

Se mastican sin pausa



Con sus dientes de oro.

La araña teje su tela, indiferente,

Mientras tanto.

Tarde o temprano,





Cualquiera ha de caer.