martes, 13 de marzo de 2012

Acogiendo en el pecho la ira ciega las ganas de llorar
deseando ser arena, ser humo. Recuerdo haber visto luces estallar
sobre el cielo negro de aquella noche,
recuerdo haber sentido un sabor extraño en la boca,
un leve manto ácido, una sensación de temor

Esta calle, con sus adoquines, sus vapores subterráneos
habría servido como manta en otros tiempos,
nos habría cobijado del mundo, de las criticas y los ojos,
o de cuantas situaciones confusas esta hecha la vida

De pie mirándote la boca, en este trozo de la ciudad grisácea,
que fue nuestro escenario prófugo y alocado
me resulta deliciosamente irónico que sea aquí donde vaya a matarte, cuando hace casi nada, lo único que quería era verte vivo, moviéndote sobre mi

Recuerdo tus ojos, no conocí ningunos tan especiales:
parecían dos soles durmiendo, en ellos los parpados se arrullaban
como palomas, presionándolos a sonreír soñando, en una imagen estática
repetida en los paisajes, en mi memoria, en tu sola cara

Hubiese querido que la vida dejase momentos anclados al reloj
o que las personas no fuesen tantas en la tierra
así nuestra historia hubiera sido fácilmente algo mas probable,
pero no, la pasión es una estatua rigida y fría en un pabellón sucio.

Existen ahora otras cosas, cientos, a las que las gentes están mas habituadas
hay por los recovecos de la ciudad, edificios cubriendo la luz, silbatos de acero
y bocinas coléricas que no dejan de sonar, hay temblores, temblores en los cuerpos,
en las lenguas y las casas de las personas que veo pasar, eso, es más corriente.

Cuanto quise decirte, lo recuerdo ahora, y sin embargo
parece no ser cierto, pues veo como si fuera ayer
tus ojos tristes, casi sabiendo lo que vendría,
esperando quietos a mis palabras, siempre fijos, hermosos.

Es la hora mas oscura de mi vida, la ciudad abarcando a toda la gente en un solo punto,
nosotros en el inmenso silencio de nuestro sitio, tu cara pálida, mis preguntas retoricas,
mis groserías al cielo, las palabras decisivas, mi locura totalmente esclarecida frente a tu nariz,
y sin embargo, sin embargo tu sonrisa, tu silencio, la aceptación y un beso, luego el disparo final.

Recuerdo solo haberte dejado, sentada mirando la escalera que nos gustaba,
y luego perderme caminando hacia el final del boulevard
eso fue todo, recuerdo que desde entonces me dedique a las pinturas,
a la contemplación de las aves, ya no me hacia preguntas, ya no besaba otras bocas.

Olvide ciertos lugares, compañeros de vida, hasta mi comida favorita, son los años oí por ahí
todo se ira tal como vino, de forma gradual y luego de golpe (como un disparo), es curioso
que haya tanto de cierto en eso y que pese a todo...te recuerde,
que mis manos lo hagan, tiritando hasta hoy con el frío acero de mi revolver esa noche.

Tras la escena de tu cuerpo me vino a visitar el silencio, duro y paciente
lo veo todavía caminando junto a mi, aguardando hasta el día de mi muerte
me deja espacio, bastante para recordar a veces, cosas que no se si son ciertas
imágenes aleatorias, mi reloj oxidado se quedo quieto en una hora infinita.

Es así, la ruleta imprecisa, pero justa de la vida entre estas paredes
ya sea con un disparo en el vacío o la mueca perpetua de una mujer callando
todo giro, cada salto de alguna forma permanece estampado en alguna parte
en los temblorosos nudillos de un anciano pálido, o la escalera manchada de un callejón deprimente.

Recuerdo luces, los ojos como el sello fiero, de condición de mujer fatal habitada
algún sonido raro de golpeteo constante, el silencio, las palabras y la nada
un soplido frió que despeina, la ciudad deshabitada, nuestra misma manera de comunicarnos
el acero penetrando el cuero, los huesos, el alma... no hubo gritos, lagrimas, pues nadie dijo nada, deseando ser arena, ser humo.

1 comentario:

  1. no la voy a halagar más, pero me arrancó varios suspiros devastadores.

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