miércoles, 20 de agosto de 2014

Yo que sé.

A menudo desnudamos a la tristeza de algunos privilegios con los que la alegría va siempre abrigada. No es necesario, por ejemplo, un motivo para estar contento, como si la alegría fuera el estado natural de las personas; sin embargo, la tristeza ha de estar siempre excusándose y justificándose a sí misma, como si estar triste fuera estado de emergencia. Sería muy cruel decir a alguien que está contento: "piensa que hay gente que está mejor que tú"; pero sí nos dicen que hay gente que está peor que nosotros para que nos animemos, como si eso no diera aún más pena.
Pero la tristeza es necesaria, imprescindible, ineludible, aunque sea sólo para el contraste. La tristeza es la mejor excusa para enterrar la nariz en un hombro o la mejilla en un pecho, para pedir un abrazo. La tristeza es la madre de la mejor literatura. La tristeza es condición indispensable para la felicidad.

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