sábado, 7 de julio de 2012



Había sol, por eso salimos afuera. Nos sentamos a tomar aire y coca debajo de la higuera de nuestro jardín trasero. Ella sacudiendo la cabeza, agitando sus colitas de caballo. Yo pensando en todo lo que nos lastimaba y el daño que todavía estábamos obligadas a soportar.

Iba despeinándose progresivamente. Se arrancó una de las gomitas para el pelo y la arrojó en el pasto. Me acerqué y le pegué en las dos manos. No lloró ni me miró. Pensé de nuevo en el daño que debíamos esperar, en las vidas que vivimos juntas y le pegué más fuerte, en las manos y en los brazos. Ella me tiró la coca a la cara. Sentí las mejillas frías y pegajosas y casi me largo a llorar. La agarré del cuellito, clavándole las uñas, y la entré en casa.

No salís más, le dije. Hasta que a mí no se me antoje, no volvés a salir.

Me vi a la distancia. Siendo más que esto. Llevando bienestar y educación, información genuina a muchas personas. Sin esperar beneficios. Me vi dando amor y ayudando a vivir y a otros. Siempre en el pasado. Ahora, nada. Indignidad y sufrimiento. Auto restricción. Abusos.

Me senté de nuevo debajo de la higuera, a esperar el daño. Entré sin esfuerzo en mis zonas dolorosas mientras me secaba la coca de la cara en las mangas de la blusa.

¿Qué hacés con un perro que no podés tener? me preguntó mi mamá, interrumpiéndome para ofrecerme una servilletita de papel. La rechacé y seguí usando mi polera.

Primero que nada no lo tengo, contesté.

Pero la cosa es que ya lo tenés y yo te estoy preguntando. Qué hacés entonces. ¿Lo tirás?

No. Hay que hacerse cargo. Si lo tengo es para eso, para hacerme cargo.

¿Y qué es para vos hacerte cargo?

Tenerlo. Darle de comer. Curarlo si se enferma.

¿Y por qué te parece que tenés que hacerte cargo de un perro? ¿Por qué el perro no se puede hacer cargo él solo de su vida?

Una pregunta ridícula, sin respuesta posible. Pensada para quebrantar mi necesidad de conciliación. Había que entrar en conflicto, siempre. Levanté la voz, sin poder ocultar la amargura.

¿Cómo por qué? Porque el perro depende de mí. Es mi perro.

Dejala, nena, le dijo Sofi a mi mamá. No ves que no se siente bien.

Sofi no tenía autoridad para afirmar nada. Se aprovechaba. Abusaba de mi temor a imponerme.

No, dijo mi mamá. Nunca se siente bien. Ni se va a sentir. Ella sola se autrodecretó la vida de mierda que tiene.

No pude más.

¡Mirá la palabra que usás!, exploté. Autodecretó. Mirá cómo la usas. Escuchate. ¡No sabés hablar, mamá! ¿Te das cuenta de que sos una bruta que ni sabe hablar? ¿No ves lo grande que queda una palabra así en medio de esa frase?

Yo, si tengo un perro y no lo quiero más, directamente lo mato, dijo mi mamá, sin subir el tono. No lo dejo tirado en el jardín, enfermo, con la cabeza llena de quistes hasta que se muera. No lo tiro a la calle para que se muera de hambre o hasta que lo atropellen. O que la gente le haga cosas horribles. ¿Sabés lo que le hacen las criaturas a los perros que encuentran en la calle? Yo para eso lo mato. Eso es hacerse cargo. Vos preferís dejarlo que reviente en el patio y después tirarlo.

Jamás en mi vida abandoné ningún perro, dije, mordiéndome para no gritarle. Ni abandoné ni dejé morir a ningún perro. Jamás tuve perros. No me gustan los perros, mamá. Vos lo sabés mejor que nadie.

Te gustan los perros, sí que te gustan, hipócrita de mierda. No tenés perros por miedo. Porque sabés que no te da el cuero. Todo por miedo, todo. No parecés mi hija. Nunca pareciste ni de lejos hija mía.

Jamás abandoné ningún perro, repetí, con la voz quebrada.

Tu mamá tiene razón, Marianita. Analizá mejor las cosas, no te cierres así, dijo Sofi.

Con Sofi vivimos muchas vidas juntas. Ella sin aportar nada a nadie. Parasitándome a mí y a nuestros diferentes círculos íntimos. No iba a permitirle más comentarios como ese.

¡Callate, Sofi! ¿Quién te crees que sos para decirme lo que tengo que hacer? No se con qué cara das consejos después de todas las cosas que hiciste.

No te voy a contestar porque se lo mal que estás, Nita, dijo. Era típico de ella, recular por falta de argumentos.

Yo me hago cargo de mi vida, me decía mi mamá. De mi vida y de mis animales. Yo sé hacerme cargo.

¡Yo también! ¡Me hago cargo de todo, hasta de cosas que no tengo por qué!, protesté al borde de las lágrimas, sabiéndome derrotada.

El sol bajaba. Los vecinos abrían de par en par las rejas y las puertas principales, dejando sus perros libres. Los perros se colaban en las casas vecinas, jugaban a morderse las orejas, se montaban. Un cusco chiquito y sin carácter lamía los pies de mi mamá y de Sofi, alternando. Les metía la lengua entre los dedos. Ellas se reían. Se olvidaron de mí.

Mi hija me miraba por la ventana de la habitación mientras jugaba a deformarse la cara contra el vidrio. Apoyaba los labios y chupaba la superficie percudida. Fui hasta la casa, entré y me encerré en el baño.

Desde afuera me llegó música. El vecino había puesto una canción horrible de Jamiroquai o alguien así. Me acordé de un video que había visto, donde Jamiroquai se deslizaba por una plataforma y las paredes del cuarto en el que cantaba se corrían de lugar. No llegaba a recordar si era una plataforma alfombrada. Con cierta dificultad, visualicé el video. Quise entrar en su relato y olvidarme de mí pero no pude. Fui hasta la habitación donde estaba mi hija, todavía visualizando la plataforma, preguntándome de qué material estaría hecha. Agarré a mi hija por el pelo suelto, tiré. Ella gritó y yo tiré más fuerte. ¡Basta, Mariana! gritó. ¡Basta! La alcé y corrí llevándola por la plataforma difusa del video. De reojo vi el jardín, a Sofi empujar al perro y pararse, como amagando con intervenir en mi decisión. A mi mamá no la vi más.

Resbalamos por una alfombra, abrazadas. Las fibras se abrieron y nos hundimos en el torrente de las vidas futuras, yo conociendo de antemano todo el daño que íbamos a recibir.

3 comentarios:

  1. Todo esto me suena conocido. No es que me sienta cómodo, recordar es difícil pero es peor olvidar.
    Esta virtud que tienen pocos es envidiada por muchos...

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  2. Este relato está bien logrado, me transporto hacía otro rumbo en el que me sentí ansiosa. Saludos :)

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